miércoles, 23 de noviembre de 2016

Presentación de Esquizia en SLP

Comentarios realizados en la presentación de Esquizia. Revista de psicoanálisis, filosofía y ciencias sociales.
19 de noviembre de 2016
San Luis Potosí, SLP 
De izquierda a derecha: Catalina Zepeda, Antonio Chávez, Samuel Hernández y Nicolás Minelli

Comentarios de un lector
Nicolás Minelli

Esta revista conversa con un lenguaje localizado en un público que es específico, pero que se encuentra alrededor del mundo. Colaboran o colaborarán en esta publicación, autores radicados en México, pero también en Europa, Sudamérica y muy probablemente en otras regiones del planeta. Las razones de esta descentralización, tanto de confección como de lectura, expresa la necesidad, de una actitud interdisciplinar. No hay problemáticas en esta revista, que puedan ser abordadas con éxito desde una sola discplina, ni desde una sola cosmovisión. Tanto la confección, como la lectura, de esta publicación requieren de la movilización del pensamiento hacia signos, idiomas y discursos que en general nos resultan ajenos. Los lenguaje y Los públicos que acuden a la revista, provienen de un discurso fundado y reconstruido, re-atravesado, por la constelación intelectual en la que intevienen principalmente, pensadores del SXX, como Freud, Lacan, Heidegger, Foucault y Deleuze. Esta constelación intelectual, ha permitido, en gran medida, la redefinición de muchos aspectos de la cultura. Entre ellos, uno de los más importantes, parece ser el aspecto disciplinante de las sociedades y sus discursos. La mayoría de los autores señalados en la publicación, han sido considerados como subversivos, es decir, como posibilitadores de lecturas subyacentes y compromotedoras. De ahí, esta procupación constante, dentro del texto, de que el texto no apele jamás a su virtud como motor de cristalización. De ahí, que la obra de Deleuze, por buscar un ejemplo, se encuentre al frente de innumerables acusasiones de oscurantismo, de secretistmo fanático. También, es quizá por esta crítica a la critica interna del discurso, que Lacan decidió dejar una obra escrita evidentemente escaza, si se la compara con sus seminarios y clases (de esto nos hablará, tal vez, Zamuel, en unos minutos) Cabría entonces la pregunta, a qué esta proliferación de textos críticos, en el centro de una problemátización de la crítica. Cabría la pregunta, ¿Hasta qué punto esta revista incluye a lectores específicos y hasta qué punto excluye lectores en general?
En ese sentido, la revista tiene la doble misión de avanzar en la reflexión acerca de temas específicos, y también, la misión de sorprender, es decir, de hacer que el lector no específico encuentre el tinterrogante que suscite su interés. Vale decir, la doble misión de ser parte de un discurso crítico y de criticar su existencia. En medida que alcance este alto objetivo de la sub-versión, habrá alcanzado, seguramente, su configuración en el horizonte de las críticas del presente, y cumplirá con la misión autoproclamada de la revista: contribuir a la transformación de la realidad.
Esta no es una revista de revisión, no es una revista que provea información a secas. Sino, que nos hace partícipes de un proceso intelectual, en el que todos los autores reunidos en la publicación, quieren ofrecernos algo. Algo que en algun momento les fue propio y quieren hacer público. En la mayoría de los casos, nos declaran abiertamente cuáles son sus hipótesis, nos confían los secretos de sus métodos, y nos obsequian una tesis, ciertamente novedosa y peculiar. Esto prodía ubicar a la publicación más cerca del formato “libro de ensayos” que de revista, pero yo creo que la ubica en un lugar mejor. Un lugar liminar y en tensión entre lo académico y lo espontáneo. Esto se podrá testificar tanto en el capital intelectual de la revista como en su capital físico. Yo no imagino a la revista, ni a su contenido, abandonada en un armario junto con otras revistas. La imagino cerca de la biblioteca, la imagino siendo reconsultada, imagino sus varios números.
Muy pronto, además de contar con esta versión impresa, que seduce por su diseño sobrio y contundente, podremos acceder a la versión digital. Me parece una buena decisión editorial la de contar con ambos soportes, ya que agrega posibilidades sin restringir medios.
En cuanto a los números subsiguientes de Esquizia, notaremos que la estrategia que se ha adoptado para su continuidad, es la de seleccionar, para cada edición, una serie de temas específicos. En esta primera entrega, La mirada del otro, parece ser el concepto que delimita los temas desarrollados. Y es que la mirada, es la dimensión en la que aparecen las grandes pasiones y desventuras de lo humano. Hay en la mirada algo insustancial que no puede ser aprehendido, ya que la mirada revela la existencia, pero no puede ser revelada. Hay algo en todos nosotros que está más allá de nuestras posibilidades y deseos. Y a cambio, tenemos algo de los otros que les pertenece sin que lo sepan o lo deseen. Esta dialéctica abre dimensiones horrendas, como la tortura, la prisión y la violencia en general. Pero también, abre la dimensión que quizá pueda salvarnos. La dimensión del afecto, o del reconocimiento del otro como un íntimo aliado de mi existencia. Estos temas, audazmente articulados en los nueve trabajos que se presentan hoy, proponen a Esquizia como mirada reveladora de los aspectos fundamentales de nuestra cultura, a la vez que se ofrece como objeto dispuesto a ser revelado por sus lectores. ¿Cómo será esa mirada que revele los secretos de esta publicación? La respuesta se dará, tal vez, en el tiempo, que apela estrictamente a nuestra libertad.
Por todo esto y muchas cosas más, saludamos enérgica y felizmente, la aparición del número cero de Esquizia, y esperamos que se encuentre con sus lectores lo antes posible.

Lo que hoy nos convoca
Samuel Hernández

Antes de comenzar, agradezco hayan tomado parte de su tiempo para venir a escucharnos, por ser partícipes de este acontecimiento que no nos ha sido fácil comenzar. Ustedes vienen a escuchar lo que otros tienen por decir, en este caso, nosotros. Eso es parte fundamental del psicoanálisis, crear un espacio vacío para dar sentido a las palabras que no lo tenían, y más aún, que precisan hacerse escuchar por el propio sujeto. El psicoanálisis se apunta en los límites de la significación.
Nos convoca la presentación de una revista en temas de psicoanálisis, filosofía y ciencias sociales, y aún así no bastaría para hacernos escuchar. Más que presentar una revista, o un compendio de textos de distintas disciplinas, hay algo de otro orden, el cual podría ser el vínculo que hoy nos une: la escritura. Somos hablados, y es bajo esa condición que somos la escritura del lenguaje.
Los textos, las palabras que componen el objeto no son más que una necedad de hacernos enunciar desde el aparato de la escritura. Hay un decir que busca colarse entre las palabras que nos cuesta sostener, porque en la palabra también se juega el deseo. Los autores nos hemos borrado desde el punto final de cada texto. La escritura nos ha posibilitado dejar de ser aquellos que creíamos ser, ya no somos. Seguiremos escribiendo muy probablemente, siendo el deseo o el síntoma lo que nos empuje a reescribirnos. Es por ello, que hoy por mi parte no tengo comentarios acordes a este conjunto de palabras que me han unido a los autores y a otros compañeros, situación que celebro. No tengo mucho por decir, o por lo menos no de la revista. La revista está e intentará sostenerse durante más tiempo desde la letra. Sin embargo, hoy me gustaría escribir algo diferente, algo con ustedes, porque si algo nos ha mostrado el psicoanálisis es que las cosas no marchan adecuadamente o como deseamos que fueran, que si hay algo que nos une como sujetos deseantes es el lenguaje. Recordemos que el inconsciente es un vínculo constante con el Otro y no podrá ser obturado por los discursos de poder. Por más que lo intenten, nunca será posible, he ahí donde radica la posibilidad de crear un acontecimiento. Reinventar la memoria, los hechos, las palabras.
Lo que hoy deseo escribir se instala en el orden de lo cotidiano, de lo que se naturaliza y nos vela en demasía las posibilidades de configurar otra realidad discursiva. Me es inevitable no pensar en la catástrofe social que permea desde hace tiempo. Me es imposible no pensar en mi posición y postura ante los hechos. Se ha criticado a aquellos que nos suponemos o asumimos como analistas por no ser partícipes de los movimientos sociales, por no estar inscritos en el campo de lo llamado político. Ciertamente y con justa razón que se realice ese cuestionamiento, esa crítica. Pero difiero de esos comentarios, dado que el psicoanálisis en su función opera para que aquel a quien estamos escuchando afronte la vida con sus enigmas, más aún, que el sujeto sea capaz de desear algo diferente, de abrir la posibilidad de pensar de otras formas su realidad, de elaborar la diferencia. Aún así, pienso que no basta enunciarnos desde la comodidad del diván. La escritura es una forma de acercarnos por medio de las palabras al otro. Hay más formas, seguro que las hay. Hoy intentaré hacer uso y sostener la palabra para decir que las consecuencias clínicas de la violencia actual trastocan, nos cuestionan el actuar y el ejercicio de aquellos que intentamos sostener y apostar por el discurso del psicoanálisis.
Estamos atravesados por dos cosas: la sexuación y la filiación. En un lado tenemos el atravesamiento lingüístico de la sexuación, -aclaro, no de la sexualidad- es decir todos los procesos que nos llevan a enunciarnos como hombre o mujer, y esto no indica que se enuncien por lo que tienen, no son los cuerpos, sino las distintas maneras de relacionarnos y vincularnos entre y con los otros. No hay el hombre, no hay la mujer. Lacan nos recordará que un hombre, una mujer, un niño, no son más que significantes. La sexuación visibiliza la diferencia y el exilio de los sexos. Es en ese significante llamado hombre o mujer que se abre el vacío de la falta que nos constituye y nos arroja crudamente al juego del deseo. Pero también es el lugar donde se inmiscuye la falla que nos hace tropezar una y otra vez. Es por eso que no hay relación sexual. En el otro lugar tenemos a la filiación, es decir, el tránsito de una generación a otra. El no saberme, no sabernos que ser. Saber ser padre, ser madre, ser hijo. Porque para ser, implica una renuncia, implica la muerte, una muerte chiquita. Diremos que en nuestra condición de sujetos de lenguaje y hablantes estamos todos atravesados por igual: por el sexo y la muerte.
Sigue en aumento el número de mujeres desaparecidas en lo que va del gobierno de nuestra localidad. No hay cifra que nos acerque a la tragedia que permea constantemente los días. Sumemos cuerpos: comunidad LGBTTTI lesbianas, gays, bisexuales, travestis, transexuales, transgénero e intersexuales, hombres, niños y a todos aquellos que no han sido enunciados. Agreguemos las muertes, pongamos en palabras lo que nos pesa enunciar, porque la realidad es que no sabemos que es un hombre o una mujer. Creemos saber que un hombre busca a una mujer a nombre de título, por macho, y que una mujer, dado que solo hay una por una es no-toda, a consecuencia que sea inaprensible a todo discurso, por ende, tampoco podemos decir algo al respecto. Es precisamente eso lo que hoy nos falta. Nos falta el significante mujer. ¿Dónde están todas y todos aquellos que aún no aparecen? ¿será acaso que la posible estructura de la violencia radica en el sexo y la muerte? De ser así, ¿hay una fórmula para restablecer el orden? ¿acaso nos corresponde solo escuchar el padecer de los pacientes?
Es imposible que el analista no esté atravesado por los hechos sociales, ya que es en ese lugar que se construye la realidad. El analista debería caer del diván para evocar la ruptura del silencio e incentivar las palabras. No hay realidad prediscursiva, y esto tiene que ver con lo que hoy nos convoca. Tomemos como ejemplo la aniquilación de las personas, los feminicidios locales y los que están por fuera de nuestro territorio son la clara evidencia de algo que está escrito en el orden discursivo de lo impune y del malestar, el malestar del hombre. Discurso que aún no se lee, que aún no se escucha porque parece que es ilegible, porque las trabas de los aparatos y dispositivos regulatorios lo impiden. Es una emergencia leerlo, descifrarlo y orillarlo a un nuevo orden, a un nuevo sentido.
La novedad que persiste en el psicoanálisis es el enfrentamiento con lo imposible a partir de que el sujeto sea capaz de elaborar otra lectura de su realidad. Ahí donde el Otro o el capitalismo se cuela en su forma tiránica y busca imperar, el psicoanálisis es una apuesta frente a lo imposible, con lo inefable, con lo que se resguarda en el silencio. Aquí se sostiene la novedad y radicalidad, el escribir otra historia, reescribirse cuantas veces sea necesario con el fin, o intención de no ser uno más. Ser otro a partir del atravesamiento de las palabras, del lenguaje. ¿Acaso no era eso lo buscaba Freud? La escritura es eso, el sostener las propias palabras y llevarlas hasta sus últimas consecuencias. Los hechos de violencia están dando de que hablar y el dispositivo del terror se derrama por todas partes que parece imparable. Estamos en tiempos de hacer visible la palabra de aquellos que han sido callados, excluidos, desaparecidos o asesinados, ya no solo como intermediarios, sino como el otro por el cual podemos reconstruir el lazo social que tan fracturado se encuentra. Esto es lo que hoy me gustaría comenzar a escribir, y en el mejor de los casos inscribirme.
Para concluir, más no dibujando un punto final, espero que esta breve lectura haya resonado en lo que hoy nos une, la presentación de algo que intenta sostenerse desde la letra, no solo de uno, sino de todos los que han colaborado desde su particularidad y los que están siendo el soporte de este espacio para la escritura. Ustedes, hoy son parte de ello. Solo me queda agradecer una vez más su tiempo y escucha.





No hay comentarios:

Publicar un comentario